Érase una vez una chica que se llamaba María. 

María era una chica con 18 años, guapa, alta, inteligente y muy curiosa, siempre quería saber qué escondían las calles de su ciudad y sus alrededores, pero sus papás no le habían dejado irse más allá del barrio donde vivía. Estaba a punto de empezar la universidad. A ella no le gustaba estudiar, pero sus papás le habían pedido que estudiase Economía para poder controlar la exitosa empresa con la que su papá había hecho mucho dinero. Vivía, junto con sus mamás, en una casa muy grande en Madrid. Le encantaban los animales, y siempre había estado cuidando un pobre perrito que encontró en la calle cuando tenía seis años, lo llamó Toby. Además ella tenía un gato, llamado guantes, que al principio no se llevaba bien con Toby. Pero al final, los dos se acostumbraron y ahora hasta jugaban juntos. 

María se levantaba todos los días a las ocho de la mañana, desayunaba junto a sus papáss e iba al colegio. Allí estaba con todas sus amigas y jugaban; luego empezaban las clases y se sentaban en sus pupitres. Escuchaban atentamente a su profesora mientras les explicaba matemáticas y muchas más cosas. Después de las clases, iba corriendo a su casa, pues tenía mucha hambre. Comía con su mamá y luego se echaba la siesta, un pequeño descanso después de las clases y la comida. Después se duchaba. Luego,  María, sacaba a sus mascotas de paseo mientras se comía un sándwich que su mamá le había preparado con mucho cariño para merendar. Cuando llegaba María se ponía a hacer deberes. Finalmente, su papá llegaba de trabajar. Él siempre le preparaba la cena cuando llegaba de trabajar aunque estuviese cansado de estar en la oficina. Después de terminar la cena, María hacía sus deberes y luego iba a ver la tele con sus papáss, pasando un bueno rato en familia veían Pasapalabra y alguna película de Netflix. Y para terminar un duro día de colegio y trabajo, se iban a la cama a las 11 de la noche. 

Como ya he dicho, provenía de una familia a la que nunca le había faltado dinero. Siempre que María quería algo, sus papás se lo daban en el momento. Desde muy pequeña se había convertido en la chica mimada de la familia, a pesar de que su hermano era más listo que ella.

Un día, tras acabar el verano antes de irse a la universidad, María se aburría en su casa. Siempre discutía con sus papás porque no quería irse a estudiar, un día se fue de casa, jurando que nunca más volvería.

Aquí empieza la gran aventura de María por la gran ciudad. Madrid era un lugar muy grande para una niña tan joven. Sobre todo porque se encontraba sola con la tarjeta de crédito que sus papás le habían dado para emergencias. Durante un tiempo, estuvo viviendo con su mejor amiga, Patricia, su compañera de aventuras.

Patricia también era hija de otra exitosa familia de Madrid, pero no tan rica como la de María, pero era muy contraria a María. Era ella cariñosa con sus papás y amigos, también solidaria, siempre ayudaba a quién más lo necesitaba. Por su buena fe, Patricia nunca había regañado a María por la forma en que trataba a sus papás, aunque sí que lo había pensado alguna vez. Le encantaba estudiar, siempre estudiaban las dos juntas: era la única forma de convencer a María para que estudie. Cuando acababan las clases, iban las dos a la biblioteca, donde hacían los deberes y estudiaban. Patricia amaba estudiar y enseñar a la gente cosas que había aprendido cada día, por eso iba a estudiar para ser profesora en su colegio.

Cuando Patricia se enteró que María se había ido de casa, fue a buscarla, sabía dónde estaba escondida. Cuando se encontraron hablaron:

• Patricia: María ¿Qué estás haciendo aquí?
• María: he discutido con mis papás y me he ido de casa, tengo mucho dinero y quiero, por fin, gastármelo en algo para pasármelo bien.
• Patricia: ¿Y qué quieres hacer? Eres muy joven para viajar por Madrid todavía, te vas a perder muchas veces.
• María: Pues ya me encontraré. He estado viviendo aquí durante 18 años… ¿Tú crees que me voy a perder?
• Patricia: pues sí, si te digo la verdad. Nunca has salido de este barrio, no te conoces Madrid tanto como tus papás o los que viven en el centro de la ciudad. María, vuelve a casa.
• María (LLORANDO): ¿Pero no entiendes que no quiero volver? Estoy cansada de ser siempre la niña mimada de la familia. ¡Quiero conocer Madrid!
• Patricia (COMPRENDIÉNDOLA): Vale, pero por ahora te quedas en mi casa a dormir, mañana hablamos.

Las dos chicas se marcharon a casa de Patricia a dormir. Al día siguiente, las dos chicas hablaron:

• Patricia: vale, veo que va a ser difícil convencerte para que vuelvas con tus papás. Entonces, te voy a acompañar por Madrid.
• María: ¡Gracias! No te vas a arrepentir.

Entonces las dos chicas se pusieron manos a la obra. ¡A explorar Madrid!